Apunte 11: Inti Raymi: Breves consideraciones sobre el núcleo ético-político indígena de las populares fiestas de San Juan.

 

Inti Raymi:

Breves consideraciones sobre el núcleo ético-político indígena de las populares fiestas de San Juan.

 

Por: Félix Rincón.

 


http://www.scoutintiraymi.es/2019/06/feliz-inti-raymi.html


Las fiestas de San Juan son típicamente conocidas por iniciar las celebraciones folclóricas de mitad de año (junio-julio), en Tolima y Huila, Colombia, y que hoy en día son pomposas fiestas con caravanas de carrozas, bailes, reinados, trajes típicos, festivales musicales, muestras gastronómicas y bebidas espirituosas entre muchas otras, que resaltan las transformación sociopolítica y cultural de quienes habitamos estos territorios. Todas estas manifestaciones culturales tienen un núcleo ético-político duro que es el que, en el fondo, ha ayudado a que dichas celebraciones pervivan hasta nuestros días mediante una hibridez mutante que no lo agota (al núcleo) sino que, por el contrario, lo revitaliza. Ese trasfondo ético-político, con fundamento cosmológico y cosmogónico, es el que reflexionaremos en este nuevo Apunte.

El 21 de junio de cada año ocurre el solsticio de verano (en el hemisferio norte) el día más largo del año, que es un fenómeno astronómico en el que el sol alcanza su máxima inclinación y que representa el inicio de la época más calurosa en latitudes cercanas al Trópico de Cáncer. En esta misma fecha, pero en el hemisferio Sur, se celebra el solsticio de invierno, en tanto que el sol se encuentra más lejos de las latitudes cercanas al Trópico de Capricornio. En países como Colombia, que se sitúan cercanos a la Línea del Ecuador, no tienen muy marcados (meteorológicamente) los eventos de solsticios, pero culturalmente sí, en tanto que han sido influenciados (indirectamente) por la cultura Maya, en el poblamiento de Colombia, de manera descendente, y por la cultura Inca, de manera ascendente entrando por el Nudo de los Pastos en el sur colombiano (Estermann, 2006, p. 69). Colombia viene siendo una interconexión geográfica, en tanto que conecta el Sur con el Centro-Norte de América, pero también es una interconexión cultural, popular, puesto que se entrecruzaron muchos pueblos precolombinos de la cordillera, de la selva, del llano y de las costas, que coincidían y coinciden con un núcleo ético-político-mítico duro, y que se manifiestan en las celebraciones rituales como las celebraciones de Inti Raymi (Fiesta del Sol).

La celebración de los solsticios ha sido realizada de diferentes maneras por diversos pueblos del mundo, de norte a sur y de este a oeste. De igual manera, en nuestra Abya Yala (América) se celebraban las fiestas en honor al dios Sol y datan de épocas precolombinas a lo largo y ancho de nuestro continente. El Inti Raymi es la celebración (del Pueblo Inca) al dios Sol, la cual podía durar unos 15 días donde había bailes, rituales, ofrendas, comida y bebida. Dicha celebración ancestral fue prohibida en 1572 (en el actual Perú) por la corona española, en tanto que sus rituales transgredían los principios de la fe católica y por ello dicha celebración fue tildada de pagana. A pesar de esa decisión los Pueblos Originarios siguieron practicando la celebración de Inti Raymi de manera clandestina. Ante la imposibilidad de erradicar dichas celebraciones, la iglesia católica optó por la práctica de la cristianización de estas fiestas, poniendo un referente (santo, advocación mariana, etc.) para que paulatinamente fuera eliminando las celebraciones indígenas. Para el caso específico del solsticio del 21 de junio decidieron poner a San Juan, porque su nacimiento ce conmemora el 24 de junio.

A pesar de todos estos intentos, las celebraciones heterogéneas a Inti Raymi siguieron llevándose a cabo, y ejemplo claro de ello es que en muchos lugares se celebran las fiestas de San Juan, pero lo que hay de fondo es lo que realmente mueve esa festividad, más no el referente impuesto (el santo). Las celebraciones de San Juan no denotan el exterminio de las celebraciones a Inti Raymi sino, por el contrario, la pervivencia de un núcleo duro ético-político que se sustenta en los mitos cosmogónicos y fundacionales de nuestros Pueblos Originarios y que se fundamenta en “la metáfora de nacer de la muerte y vivir como la semilla del maíz” (Herrera, 2023, p. 130), una agonía necesaria para el emerger de la nueva vida.

El filósofo mexicano Gabriel Herrera Salazar, en su libro Filosofía Maya. Antes de la invasión (2023), afirma que para el Pueblo Maya “el trayecto que recorre el sol desde que se despierta hasta que se duerme es el ciclo de la vida, el mismo ciclo del maíz que es enterrado debajo de la tierra, en el mundo de los muertos, y debajo de la tierra renace como alimento” (p. 129). Estas aseveraciones de Herrera no son exclusivas de los Mayas, sino que se extienden a casi todos los Pueblos Originarios de nuestra Abya Yala, porque comprendíamos y comprendemos que para pervivir es necesario morir a algunos aspectos, pero manteniendo el núcleo duro ético-político-mítico muy vivo, “con el transcurrir del tiempo se fue enriqueciendo al ir dialogando, subsumiendo y corrigiendo sus propias prácticas y creencias” (Herrera, 2023, p. 89). Los indígenas comprendemos que mediante un diálogo crítico podemos subsumir algunos aspectos, nuestros o de otros, para resistir y pervivir con nuestro ethos a las diferentes formas de violencia que hemos padecido históricamente como las climáticas, económicas, sanitarias, armadas, conceptuales (cristianización), racistas, especistas, entre muchas otras.

Esta sabiduría ancestral, pluralidad de pensamientos filosóficos si se quiere, giraba en torno al núcleo duro ya explicado, lo cual permitía “que las diferentes ciudades, etnias, pueblos, comunidades y familias, intercambiaran y celebraran ritos y prácticas comunes con sus otros hermanos y hermanas” (Herrera, 2023, p. 138). Esto se ve claramente en la celebración de Inti Raymi de los Incas que ven en el solsticio un cierto modo de agonía y que se fragmenta en el día a día pues “en cada atardecer, el sol ‘muere’; y cada amanecer es la fiesta de su ‘renacimiento’” (Estermann, 2006, p. 198). El núcleo duro ético-político-mítico es el mismo muerte-vida (agonizar-vivir) en nuestros Pueblos Originarios, pero cambian algunas prácticas rituales influidas por la geografía y, aun así, los ritos conservan el núcleo duro también, a saber, que las celebraciones a Inti Raymi tienen por finalidad no sólo el agradecimiento, sino una forma de ayuda, de fortalecimiento al Sol (Estermann, 2006, p. 198) y esa es la gran diferencia entre el pensamiento cristiano y el pensamiento indígena, que nuestros dioses (indígenas) no son absolutos y autónomos, sino que tienen cierta precariedad, necesitan del humano para coexistir (como idea) en la macroestructura cósmica que está en constante movimiento, en constante cambio.

Con el anterior planteamiento se comprende mejor los saberes de los Pueblos Originarios de Abya Yala, un pensamiento y una práctica no dominadora sino colaborativa porque incluso Inti, necesita una ayuda ritual para recobrar fuerzas en su recorrido. “Los solsticios de por sí son chakanas importantes que requieren de un tratamiento cuidadoso por parte del ser humano. Este es un ‘colaborador’ cósmico que ayuda simbólicamente al sol a superar esta situación precaria” (Estermann, 2006, p. 255). Inti no sólo espera que le agradezcan, sino que necesita un poco de aliento (ayuda) para continuar.

Siguiendo a Estermann (2006) el vocablo compuesto quechua chakana viene del verbo chacay que significa cruzar, por lo cual chakana “es el ‘cruce’, la ‘transición’ entre dos puntos, el ‘puente’ como anexo entre dos regiones” (p. 170). Como ya hemos visto, los solsticios son chakanas cósmicas que interconectan fenómenos astronómicos con diversas formas de vida (humanas y no humanas) terrestres, porque el planeta Tierra es un lugar especial donde se da esta relacionalidad cósmica. “En esta ‘región’, se juega prácticamente la suerte de todo el cosmos que, en y a través del ritual y la celebración, se ‘reconstituye’ y revitaliza permanentemente” (Estermann, 2006, p. 173). En la Tierra es donde se da el ethos cósmico mediante el cuidado humano, de lo humano y lo no-humano.

La ética en nuestros Pueblos Originarios de Abya Yala propende por la armonía cósmica y la relacionalidad universal, partiendo de la correspondencia, complementariedad (Estermann, 2006, p. 248), la reciprocidad y la amplia perspectiva significacional de la categoría de persona que comprende que las otras formas de vida no-humanas también son personas y que merecen respeto y cuidado (Cayón, 20013, p. 414). Por lo anterior, podemos hablar de una ética cósmica en tanto que los actos son medidos como ‘buenos’ o ‘malos’ en la medida en que contribuyen a la vida y a su conservación en/del cosmos, puesto que las acciones tienen repercusiones en la macroestructura cósmica y, en especial, porque los humanos no son la medida de todo, ya que existen otras personas no-humanas a las cuales debemos respetar y cuidar.

Las personas humanas también son chakanas porque mediante los rituales que realizan interconectan la Tierra y sus habitantes con los dioses y astros de toda la macroestructura cósmica. El ser humano debe cuidar lo humano y lo no-humano para armonizar la interrelación cósmica. “El ser humano es ante todo ‘agricultor’ y no ‘productor’, es decir: cuidante (arariwa) de la tierra, ‘socio’ natural de la Pachamama, co-creador integral de la ‘casa’ (oíkos) común de todos los entes” (Estermann, 2006, p. 193). Al ser arariwa el ser humano se subvierte la visión antropocéntrica y especista euroccidental y se da paso a otras visiones posibles en las que el ser humano es guardián, protector y cuidador de lo humano y no-humano, más no dueño y productor ad infinitum ya que la tierra que se trabaja no es un objeto inerte, sino un sujeto vivo.

La labor del arariwa también es una chakana (puente) en sí misma, puesto que interconecta la vida humana y no-humana mediante los rituales de la siembra, el cuidado y la cosecha. El trabajo del arariwa (agricultor/campesino) no es simplemente un acto de producción de alimentos, sino que es un diálogo íntimo e intenso con las fuerzas vitales (Estermann, 2006, p. 215), en el que entran en juego la ética cósmica, en tanto que es un diálogo entre sujetos (humanos y no humanos) de derechos, lo que denota que la labor del arariwa es un acto también político, por ello el fundamento del que hemos venido hablando es un núcleo ético-político-mítico, morir-vivir. A medida que el cultivo crece y produce el arariwa agoniza y muere a algunas prácticas sociales, esto es un proceso político. La cosecha del cultivo representa la muerte (total o parcial, dependiendo del tipo de cultivo) de la planta (persona no-humana) y la generación de la vida en la persona humana que la consume. Es una depredación necesaria para la reproducción de la vida (Arhem, 2001, p. 275), un acto recíproco que armoniza la macroestructura cósmica, por ello es un acto político (política cósmica).

La prohibición de las fiestas del solsticio de mitad de año no dio resultados plenos, por ello se intentó cristianizar con la fiesta de San Juan, y como el santo no lograba plenamente el cometido, se propuso la misma fecha del Santo como el día del agricultor, del campesino, para integrar plenamente a los Pueblos Originarios en el pensamiento euroccidental, banalizando el profundo significado del arariwa (agricultor, campesino) comprendido como cuidador, co-creador. Si se ven las pomposas fiestas de San Juan, que se realizan en el solsticio del 21 de junio, pareciese que se logró eliminar los saberes ancestrales de nuestros Pueblos Originarios, pero la realidad es que el núcleo ético-político-mítico sigue intacto en las celebraciones. Si entendemos que la celebración es un acto ritual en sí mismo, comprendemos entonces que lo que ha cambiado son los rituales, lo accidental, pero lo substancial, el núcleo duro ético-político-mítico, sigue allí.

En la celebración del Inti Raymi agradecemos y ayudamos al Sol, a la Tierra, a lo humano y a lo no-humano, por ello comemos, bebemos, bailamos y celebramos, porque es en estas expresiones rituales en que el ser humano se integra a lo humanamente desconocido, como armonización en la macroestructura cósmica. Hacemos creer que han exterminado nuestras tradiciones, pero en realidad lo que hemos hecho es subsumir ideas y prácticas euroccidentales, y nuestras también, para mejorar paulatinamente y pervivir en la Tierra. La lucha frontal no siempre es necesaria ni productiva, porque con ella terminaríamos matando a nuestra Madre Tierra, también estaríamos entrando en contradicción con nuestro núcleo duro ético-político-mítico que propende por el morir-vivir como la semilla. La lucha directa termina, inevitablemente, en aniquilación y la aniquilación no es equiparable con el morir de nuestro pensamiento indígena. El morir-vivir de nuestro núcleo ético-político-mítico busca subsumir el egoísmo antropocéntrico. La subsunción es un modo de agonizar para vivir, morir a algunos egos dominadores para poder vivir de manera comunitaria y colaborativa en la macroestructura cósmica… Esto es lo que celebramos cada 21 de junio.

 

 

 

Bibliografía:

Arhem, K. (enero-diciembre, 2001). Ecocosmología y Chamanismo en el Amazonas: variaciones sobre un tema. Revista Colombiana de Antropología, vol. 37, 268-288. Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH). Recuperado de: https://revistas.icanh.gov.co/index.php/rca/article/view/1285/926

Cayón, L. (2013). Pienso, luego creo. La teoría Makuna del mundo. Bogotá, D. C.: Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH).

Estermann, J. (2006). Filosofía Andina. Sabiduría indígena para un mundo nuevo. La Paz, Bolivia. Instituto Superior Ecuménico Andino de Teología ISEAT.

Herrera, G. (2023). Filosofía Maya. Antes de la invasión. Buenos Aires, Argentina. Editorial Las Cuarenta.

 

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