Apunte 10: Las economías del sentir: apología del truque y el regateo desde el pensamiento indígena de Abya Yala.

 

Las economías del sentir: apología del truque y el regateo desde el pensamiento indígena de Abya Yala.

 

Por: Félix Rincón.

 

https://www.psicoactiva.com/puzzleclopedia/trueque-en-el-poblado/

 

En nuestra época actual, con el desarrollo tecnológico y la emergencia de nuevas ¨profesiones¨, causa curiosidad ver algunos de los denominados ¨influenciadores¨ que viralizan videos en los que critican la práctica del regateo económico, pedir rebaja y también la ñapa. Sus razones giran en torno a que cuando los compradores van a almacenes de cadena, grandes superficies, entre otros, pagan el precio que dicen y, por el contrario, en nuestras plazas populares de mercado, regatean (piden rebaja) sin pensar en las dificultades económicas, ambientales y de transporte para sacar esos productos. El regateo, para los  ¨neo-vendedores¨ llamados “influenciadores”, viene siendo una afrenta inaceptable que debe ser erradicada. Fuere cual fuere los intereses de estos ¨neo-vendedores¨, el regateo es un tema que tiene interesantes antecedentes cosmogónicos, éticos, antropológicos y económicos históricos que en estos breves Apuntes se intentarán esbozar, en tanto que no son prácticas negativas sino, por el contrario, son otras formas posibles de economía que se resisten a desaparecer y que critican, tácitamente, la economía global imperante.

            En las últimas elecciones presidenciales en Colombia (2022), un candidato en una entrevista dijo una penosa frase: ¨plata es plata¨. Dicha expresión se viralizó un tiempo en las redes sociales virtuales y luego se desvaneció, como premeditando lo que le sucedería al candidato en la primera vuelta electoral. La frase ¨plata es plata¨ es una contextualización (inconsciente) del ¨político¨ criollo al adagio romano Pecunia non olet que traduce como: el dinero no apesta y que, históricamente, ha sido de manera inconsciente un principio del capitalismo actual para defender el dinero, la moneda, como el mejor elemento de intercambio, en especial desde su ética (euroccidental), ya que, desde este adagio, el valor del dinero no tiene nada que ver con su procedencia, es decir, el dinero, la moneda, es un elemento neutro, un catalizador, un aislante que evita, al portador, ser juzgado éticamente por el origen noble o vil del mismo.

La historia de este adagio se remonta a la Antigua Roma donde existían unas letrinas públicas donde se captaba y canalizaba la orina de las personas para llevarla a la cloaca máxima. Allí los artesanos de pieles la recogían para usarla en el proceso de curtir cueros y otros para despercudir la ropa blanca, por su alto contenido de amoniaco. El emperador Vespasiano durante su mandato (69 – 79 d. c.) decidió imponer una tasa a la orina, por lo cual, los artesanos que la necesitaran deberían pagar por usarla. El historiador Suetonio afirma que cuando Tito, el hijo de Vespasiano, se enteró del impuesto a la orina le reclamó por ello. Vespasiano tomó una moneda de oro, se la acercó a la nariz de su hijo y le preguntó si le molestaba el olor (sciscitans numo dore offenderetur), a lo que su hijo contestó negativamente. Vespasiano le respondió que, sin embargo, procedía de la orina (Atqui ex Lotio est). De allí proviene la alocución latina Pecunia non olet que ha sido usada cínicamente para afirmar que el dinero vale lo que vale sin importar su procedencia. Al afirmar que el dinero no apesta, también se afirma, tácitamente, que el dinero es física y éticamente neutro, no huele al producto que se compra o que se vende, no huele a la persona que lo sudó, que lo trabajó, en otras palabras, no huele a la sangre de la persona que invirtió tiempo de su vida trabajando para obtenerlo y luego intercambiarlo por alimento, salud, vestido, servicios o vivienda.

El filósofo Enrique Dussel en su libro 16 tesis de economía política. Interpretación filosófica (2014) afirma que Adam Smith en su obra El origen de la riqueza de las naciones (1776) ve la economía como “una relación entre individuos en un estado de naturaleza, ya que cada individuo trabaja y produce un producto diferente, por la división del trabajo, que lo intercambia por el otro” (p. 14). Lo que critica Dussel (2014) es que la propuesta de Smith promueve el individualismo en tanto que cada productor es un individuo solitario y aislado, que es poseído por el mercado privado y transformado también en mercancía al entrar en el intercambio (p. 24). Es decir, los productores, aislados en burbujas, intercambian sus productos con otros individuos que también están aislados en burbujas y que pagan con dinero por ellos. Pecunia non olet: el dinero intercambiado no huele al comprador, porque es un individuo aislado, ni tampoco olerá al vendedor, porque también es un individuo aislado, ¡pero sí posee un olor! a saber, capitalismo neoliberal desmesurado, que no acepta otras formas posibles de intercambio económico.

Cuando los invasores europeos llegaron a nuestras tierras de Abya Yala notaron que no existía una economía monetizada, lo cual era, desde su falacia desarrollista, un sinónimo de atraso, de inferioridad. El trueque como sistema de intercambio, para los europeos, era un sistema paleolítico, rudimentario, obsoleto, que debía desaparecer. Esto se sostiene desde la lógica griega clásica egocéntrica que da la importancia, en el proceso cognitivo, al sujeto (activo) cognoscente sobre el objeto (pasivo) conocido. El pensamiento euroccidental helenocéntrico se afinca desde allí para ver a la naturaleza como un objeto de posesión y de explotación, lo cual es racionalismo puro y duro que se llevó a la ética, a la antropología, a la educación y a la economía que, en este Apunte, es la que más nos interesa.

Para nosotros, los pueblos originarios de Abya Yala, nuestras formas de vida parten desde nuestras cosmogonías que, grosso modo, tienen un núcleo ético duro fundamentado en la reciprocidad simétrica (Cayón, 2013, p. 241), que se sustenta en una lógica que no parte del racionalismo antropocéntrico para conocer el mundo, sino desde una interrelación de distintas facultades racionales y no racionales. El filósofo y teólogo suizo Josef Estermann, en su libro Filosofía Andina. Sabiduría indígena para un mundo nuevo (2006), afirma que “el acceso privilegiado del ser humano andino a la ‘realidad’ no es la razón, sino una serie de capacidades no-racionales (que no son ‘irracionales’), desde los sentidos clásicos, sentimientos y emociones, hasta relaciones cognoscitivas ‘para-psicológicas’ (presentimientos, afectaciones psico-somáticas, comunicación ‘telepática’)” (p. 115). Es decir, para nosotros, los pueblos originarios, el mundo más que conocerlo lo sentimos, y la razón nos ayuda, en tanto que corrobora lo que sentimos.

La socióloga boliviana Silvia Rivera Cusicanqui en su texto Un mundo ch’ixi es posible. Ensayos desde un presente en crisis (2018) afirma que se debe “pensar en una episteme que reconozca la condición del sujeto a lo que comúnmente se llama objetos, ya sea plantas, animales o entidades materiales inconmensurables” (p.109) 19. Lo que se plantea es encontrar en nuestras cosmogonías de Abya Yala, otras vías posibles, nuevos agenciamientos que permitan una dignificación entre lo humano y lo mal llamado no-humano, y percibir la necesaria interconexión que entre todos existe, partiendo del principio de reciprocidad que no sólo rige en las interrelaciones humanas (entre personas o grupos), sino en cada tipo de interacción, sea esta intra-humana, entre ser humano y naturaleza, o sea entre ser humano y lo divino” (Estermann, 2006, p. 145). Lo anterior significa que el núcleo ético de Abya Yala es una interconexión cósmica, una ética cósmica, un deber cósmico.

Siguiendo a Estermann (2006) “el principio de reciprocidad dice que diferentes actos se condicionan mutuamente (ínter-acción) de tal manera que el esfuerzo o la ‘inversión’ en una acción por un/a actor/a será ‘recompensado’ por un esfuerzo o una ‘inversión’ de la misma magnitud por el receptor o la receptora” (p. 145). Este planteamiento nos permite ir vislumbrando cómo se estructuraba, y estructura, en algunos lugares de Abya Yala, la economía del trueque, como un intercambio no sólo de bienes, sino también de sentimientos y valores (no económicos) que son indispensables para la subsistencia en territorios agrestes, con todos los pisos térmicos y en donde lo que a uno le sobra, al otro le hace falta; por ello el intercambio no cumple una mera función económica, sino que tiene una carga ética-histórica: el que necesita mi producto es otra persona, como yo, con necesidades vitales por satisfacer y que, tal vez, no tiene para comprarme, pero tiene otro producto para intercambiarme.

Podemos ver y diferenciar la lógica racionalista euroccidental plasmada en el modelo económico monetizado hegemónico y la lógica del sentir de nuestros pueblos originarios manifestada en la economía del trueque, que no se limita a lo meramente económico, sino que lo trasciende y deja ver la carga histórica-afectiva que lleva lo producido, y que puede significar un plusvalor o un devaluador del producto en el momento del intercambio.

La cuantificación de los productos intercambiados no siempre es el factor decisivo; puede haber otros factores más importantes: el parentesco de las personas que intercambian; la necesidad vital; la escasez del producto; el valor simbólico del producto (la coca, por ejemplo); las características de las personas. (Estermann, 2006, p. 147)

De esta forma el trueque confronta a la economía monetizada en tanto que no es algo solipsista, alejado de la carga ética-histórica, sino que se actualiza, se territorializa, se vuelven concretos y personalizados, un intercambio recíproco y personal. El dinero que no olía, con el trueque adquiere olor a lucha, a sacrificio, a sufrimiento, a amor, a caridad y a cuidado por el Otro. De esta manera se supera la barrera de lo meramente cuantitativo y emerge lo cualitativo en la economía del sentir popular.

Con el emerger de lo cualitativo en la economía del sentir popular como un factor de plusvalor o devaluador, aparece el fenómeno del regateo, el pedir rebaja. “Una mercadería no tiene siempre y para todos y todas el mismo precio; el regateo es un fenómeno omnipresente en los Andes” (Estermann, 2006, p. 115).  El regatear es una manifestación tangible de rechazo a la neutralidad del dinero (moneda). Regatear parte de la lógica del sentir y no de la lógica de la razón que neutraliza y define un producto con un valor económico determinado. Regatear hace parte de una heterogénesis pluridireccional que evita la homogeneización económica.

La economía del sentir implica el comprender a las personas y sus situaciones concretas en el momento del intercambio. Una madre que tiene una hija con una gripa severa necesita miel para preparar su medicina casera y aliviar a su hija, va donde otra mujer que tiene un apiario, le ofrece un racimo de plátanos por una botella de miel, la mujer le recibe sólo medio racimo de plátanos y le da la miel; la primera mujer, agradecida, le encima unas naranjas. Lo que no sabía la mujer que da los plátanos es que la mujer que da la miel tiene una hija de brazos y necesitaba los plátanos para secarlos, molerlos y preparar colada para su bebé y, aún así, sólo aceptó medio racimo de plátanos para que el otro medio ella lo pudiera intercambiar por otros productos. Lo que no supo la mujer de la miel fue que las naranjas de ñapa (encime) las necesitaba la otra mujer para preparar con la miel el remedio a su hija, pero, en agradecimiento por el trueque, las dio desinteresadamente.

El ejemplo anterior deja ver que el trueque no es un ejercicio meramente económico sino afectivo, en tanto que ambas tenían unas necesidades específicas que satisfacer, de igual manera se evidencia un modo de regateo tácito, en tanto que le dio más de lo que posiblemente valdría el otro producto y la otra mujer encimó naranjas que no le sobraban, sino que necesitaba. Desde esta economía del sentir, que implica el percibir más allá, ambas partes del intercambio eliminan el dinero como catalizador de afectos, regatean tácitamente, dan ñapa (de más) y no son aisladas por el dinero bajo el precio determinista impuesto a cada producto.

Desde la economía racional un comprador que se quiere imponer en la compra ve el dinero como un objeto, y también ve al vendedor como un objeto, lo que no percibe el comprador es que también está siendo objetivado por la mano invisible que controla el sistema económico. El trueque como negocio económico no es la simple expresión de una justicia económica (como ya lo vimos en el ejemplo anterior), sino la expresión de una justicia cósmica, en tanto que entran pluralidad de afectos, acontecimientos y elementos en juego.

            La economía del trueque pervive, subsiste y se resiste a desaparecer. Más que pretender erradicarla mediante la homogeneización de una economía monetizada, en la que se elimina el regateo y la ñapa por parecer acciones que buscan perjudicar al Otro en un intercambio, debemos ver que estas prácticas, propias de nosotros, los pueblos originarios de Abya Yala, contienen una sabiduría milenaria que nos enseña otras formas posibles de economía y que critican, de manera clara, el modelo económico actual que nos insensibiliza paulatinamente y nos quiere mantener en unas burbujas aisladas movidas en la dirección que considera conveniente la mano invisible.

Las críticas infundadas de algunos ¨neo-vendedores¨ contra el regateo, termina beneficiando (con o sin intención) a los grandes emporios económicos que, en últimas, terminan monopolizando los precios del mercado al comprar cosechas enteras a bajo precio, con la proyección de eliminar o privatizar las plazas de mercados populares, lo cual perjudica a nuestr@s campesin@s en un futuro. El regateo, al ser un instrumento de plusvalor o devaluador –en tanto que tiene en cuenta lo cualitativo, afectivo, por encima de lo cuantitativo, meramente económico (como ya lo vimos)- puede ser, más bien, un elemento de resistencia contra los grandes emporios de alimentos, ya que el regatear en la plaza popular se puede devaluar, indirectamente, lo que venden los almacenes de grandes superficies, en tanto que son productos fríos, sin historia, un cúmulo de burbujas aisladas que no huelen a nada. El regateo en la plaza popular le da un plusvalor al producto que allí se vende, en tanto que contiene una historia, afectos, es un alimento cálido (con amor) entre quien compra y quien vende. El regateo en las plazas populares les da valor agregado a los productos que allí se venden y ante la economía racional del Pecunia non olet debemos propender por nuestras economías del sentir que, si tienen olor:  huelen a lucha, resistencia, amor y misericordia por el Otro, con el Otro y para el Otro.


 

BIBLIOGRAFÍA


Cayón, L. (2013). Pienso, luego creo. La teoría Makuna del mundo. Bogotá, D. C.: Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH).

Dussel, E. (2014). 16 tesis de economía política. Interpretación filosófica. México. Siglo XXI editores.

Estermann, J. (2006). Filosofía Andina. Sabiduría indígena para un mundo nuevo. La Paz. Instituto Superior Ecuménico Andino de Teología: ISEAT

Rivera Cusicanqui, S. (2018). Un mundo ch’ixi es posible. Ensayos desde un presente en crisis. Buenos Aires: Tinta Limón.

 

Ca

 

 

Comentarios

Publicar un comentario

Gracias por comentar :)

Entradas más populares de este blog

Apunte 9: Golpe Blando en Colombia: una radiografía desde el reclamo del Movimiento AISO a la Revista Semana.

Apunte 12: Liberación de la mujer: breves consideraciones desde la erótica de la liberación.